Noto
Detalles
Esta pequeña ciudad del sureste, refundada en el siglo XVIII, representa el corazón y al mismo tiempo el punto de partida de la visita del barroco siciliano. Su catedral, también renacida y perfectamente reconstruida después de 10 años de complejas obras, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Su primer nombre fue Neas y la fundaron las poblaciones sicanas en la época de la caída de Troya, en la colina de la Mendola. Caída en manos de los conquistadores siracusanos, la ciudad asimiló las costumbres y los cultos helénicos y fue elevada a sede de gimnasium.
Bajo el dominio romano pasó a ser una ciudad federada y en época imperial fue declarada municipio latino: una singular condición que proporcionó a la ciudad notables privilegios, entre ellos el de poder gobernarse con sus propias leyes. Conquistada por los árabes, que la convirtieron en una fortaleza impenetrable, tomó su nombre actual y fue la capital de uno de los tres valles en los que se dividió Sicilia, el Val di Noto (valle de Noto). Después de dos siglos de dominio musulmán, en 1090, Noto pactó la rendición con Rogelio (Ruggero).
La historia de Noto, además de por el ser humano, está marcada por los acontecimientos de la naturaleza: en 1693 fue destruida por un terremoto que azotó todo el sureste de Sicilia.
Diseñada como un gran teatro sin bastidores, concebida como una ciudad libre y abierta, Noto resurge bajo el lujo y la excelencia. La historia arquitectónica de la nueva ciudad estuvo dominada por el estilo artístico de los tres arquitectos Rosario Gagliardi, Vincenzo Sinatra y Paolo Labisi, quienes pudieron desarrollar una asombrosa obra maestra de unidad arquitectónica. Tres personalidades diferentes que, a pesar de vivir y trabajar en la provincia, dieron a la ciudad una impronta original que va más allá del rígido lenguaje barroco, enriqueciéndola con elementos renacentistas, españoles y neoclásicos y dando vida a un estilo imaginativo y vagamente ensoñador.
Es el momento perfecto para visitar la ciudad. Entramos en la ciudad desde el este, pasando por debajo del Arco del Triunfo, que nos introducirá en corso Vittorio Emanuele, el corazón de Noto. Lo mismo hizo Fernando de Borbón en 1838, cuando inauguró el monumento. Elevamos la mirada para observar las tres esculturas simbólicas en su cima: una torre almenada que representa el poder, un perro, símbolo de la fidelidad, y, en el centro, un pelícano, el sacrificio.
Además, la puerta real también fue construida con la característica piedra caliza de color amarillo dorado, utilizada para edificar las iglesias y los palacios de la ciudad. Es una piedra caliza muy particular por su ductilidad y, por eso, se eligió para permitir el tallado elaborado de sus monumentos, y porque, además, irradia una fuerte luz. Cuando se pone el sol, notas cómo el color cálido de los edificios resalta con la luz del atardecer, lo que crea una atmósfera que llega al corazón.
Disfruta de un paseo: es un espectáculo recorrer arriba y abajo la avenida principal de Vittorio Emanuele. A la derecha, sobre piazza Immacolata, la iglesia de San Francisco de la Inmaculada se eleva sobre una imponente escalinata. En el interior de la iglesia del siglo XVIII, destaca su nave única, según la costumbre franciscana, y los muros blancos decorados con estucos de estilo rococó. Anexo a la iglesia se encuentra el convento franciscano.
Esta es solo una de las muchas iglesias que encontraremos en el camino. Noto fue reconstruida después de un fuerte terremoto y esto permitió a los arquitectos de la época la máxima libertad en la planificación y creación de un trazado urbano que se puede definir como «escenográfico». Las tres calles principales han sido diseñadas, de este a oeste, para estar siempre iluminadas por el sol. El plan urbanístico había previsto que estuvieran destinadas a las tres principales clases sociales: la calle principal para el clero, la alta para la nobleza y la baja para el pueblo. Esta es la razón de que haya muchas iglesias a lo largo de corso Vittorio Emanuele.
La iglesia de Santa Chiara (Clara), en el lado izquierdo de la calle, muestra un barroco muy delicado. El interior, pequeño y ovalado, decorado con estucos y querubines, está bien armonizado por sus doce columnas. Nos acercamos hasta el convento de clausura anexo, un mundo interesante para descubrir. Desde su terraza se puede disfrutar de unas preciosas vistas.
La catedral, que se encuentra en la cima de una escalera monumental, se comenzó a construir unos meses después del terremoto de 1693, pero no se completó hasta 1770. La fachada, bastante libre de ornamentación y extravagancia, incorpora motivos barrocos y elementos clásicos. La iglesia tiene tres naves, divididas por altos pilares. El Arca de plata de San Corrado, patrón de la ciudad, se conserva en la capilla situada al fondo de la nave lateral derecha. La reconstrucción de la cúpula, después del desastroso derrumbe de 1996, se llevó a cabo en más de 10 años con el uso de técnicas modernas, pero respetando el estilo del siglo XVIII y el uso de los mismos materiales de la época. ¡Un gran trabajo! Símbolo del renacimiento, hoy está incluida en la lista de los bienes Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Ante la catedral encontramos el Palazzo Ducezio, sede del Ayuntamiento. Diseñado por el arquitecto Sinatra, el edificio se eleva sobre la plaza en la que se encuentra. Fue construido entre 1746 y 1830 en una sola planta y, a principios de los años 50, se le sobrepuso un segundo piso, modificando así la línea neoclásica original. En el interior, la sala de recepción es una explosión de grandeza, entre oros y estucos.
Continuando el recorrido, a la derecha tomamos via Nicolaci, famosa por la Infiorata (alfombra de flores). En mayo, varios artistas componen un mosaico de pétalos multicolores, formando una alfombra que cubre el pavimento de la calle. Este evento floral está dirigido al mundo: cada año el tema se dedica a un país diferente.
La calle termina con la hermosa fachada cóncava, cerrada entre dos campanarios, de la iglesia de Montevergine. Saltan a la vista, a la izquierda, los balcones protuberantes del Palazzo Nicolaci Villadorata, que representan la máxima expresión del barroco de Neto. Las ménsulas que los sostienen están decoradas con formas de animales entre volutas y arabescos.
El palacio, construido por el arquitecto Nicolaci en 1731, cuenta con noventa habitaciones con bóvedas con frescos y pinturas del siglo XVIII y fue durante mucho tiempo la residencia habitual de los príncipes de Villadorata.
Seguimos el paseo por la calle e, inmediatamente a la izquierda, encontramos la iglesia de San Carlo (Carlos) y el Collegio dei Gesuiti (Colegio de los Jesuitas) con su gran portal de cuatro columnas presididas por unas máscaras monstruosas. Una vez en la iglesia, subimos al campanario para disfrutar de la vista panorámica del centro de la ciudad.
Al final de la calle, cruzamos la plaza XVI Maggio, que alberga la iglesia de San Domenico y la Villetta di Ercole (villa de Hércules). La fuente y los bancos nos convencen para hacer una pequeña parada y admirar mientras tanto el elegante Teatro Vittorio Emanuele III.
Antes de emprender el viaje para descubrir las otras maravillosas localidades de los alrededores, como Avola y Marzamemi, visitamos algunas de las pastelerías más prestigiosas de Sicilia. Disfrutamos de unos exquisitos postres elaborados a la perfección, resultado de una búsqueda continua del equilibrio en las combinaciones de ingredientes y aromas, fruto de un acercamiento íntimo, casi filosófico, a la tierra. El mobiliario interior es impresionante; el ambiente es alegre entre las mesas al aire libre donde puedes sentarte y pedir un trozo de bizcocho de naranja amarga y azafrán, o incluso una simple granita (una mezcla entre sorbete y granizado). Pero serán esos momentos de absoluto placer los que sellarán el dulce recuerdo de Noto.
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