Entre mar y montaña: Sant’Angelo di Brolo, Piraino, Gioiosa Marea y Gioiosa Guardia

Dettaglio

Mirar el mar desde lo alto de una cima, sentir la brisa marina que llega hasta lo alto, luego bajar hasta la costa y perderse en un baño de mar que baña las Islas Eolias…

Partimos de Sant’Angelo di Brolo, un pueblo enclavado en un valle lleno de olivos, naranjos y avellanos, a 340 metros sobre el nivel del mar. Si están  interesados en la historia, el arte, la cultura, con sus cuarenta y dos iglesias y sus cinco monasterios, no debe más que elejir dónde ir.

La fundación del actual centro urbano se remonta a la época normanda que se estructuró en torno al Monasterio Basiliano de S. Michele Arcangelo (por ello el nombre) de la época bizantina

Destacan la torre de Piano Croce, una fortaleza con elementos típicos del castillo medieval (muros, torreón y palacio) mas también el Museo de Arte Sacro situado en la Iglesia de SS. Salvatore, que alberga esculturas, pinturas, muebles, joyas y vestimentas sagradas de valor que van desde el siglo XV hasta el siglo XX. En el corazón de la ciudad, en la pequeña plaza de S. Maria, se encuentra la Iglesia Madre donde se conservan  valiosas obras de arte, incluso un órgano del siglo XVIII de Annibale Lo Bianco y una pintura de Addolorata inspirada en Caravaggio. A la salida, bajo el transepto hay un arco a sexto agudo (llamado Cappelluni), que conecta Via Principessa di Piemonte a Via Vittorio Emanuele. Desde aquí, a lo largo de calles antiguas y callejones encantadores que huelen a antigüedad se llega a la Iglesia de S. Filippo y Giacomo del siglo XVII. Continuando por Via Vittorio Emanuele se puede admirar la Iglesia de S. Domenico (siglo XVI), antiguo Convento de los Dominicos, de una sola nave cuyo ábside está decorado con estucos de la Escuela Serpottiana. El Convento, hoy sede del Municipio, forma un bloque ùnico con la Iglesia.

Finalmente, el verdadero monumento intangible del pueblo es el Salame S. Angelo IGP, una auténtica obra maestra de la tradición campesina. No se quedan atrás los dulces típicos llamados buccunetti (calabaza confitada envejecida en barricas de roble) o el ‘nzuddi elaborado con pasta de almendras y avellanas.

Después de haber disfrutado de la tranquilidad de Sant’Angelo prepárense al descenso hacia el mar, hacia Piraino. Un espléndido pueblito poco conocido, con vista al mar Tirreno entre Capo d’Orlando y Capo Calavà. Olvídense del caos de la ciudad y disfruten plenamente de la maravillosa vista que ofrece el poblado. Un paseo por el centro histórico les llevará a descubrir la Iglesia de la Badia y el Convento de San Francisco, la Iglesia del Rosario, la Iglesia Madre y el Santuario del Ecce Homo. Arriba, en alto, se encuentra la Torrazza, una antigua estructura de avistamiento que  todavía parece proteger el pueblo.

Si lo macabro no les terroriza, en el Sepulcro de los Sacerdotes de la Iglesia Madre es posible presenciar un espectáculo completamente insólito: 26 momias que datan del siglo XIX. Ellas son el resultado del proceso de desecación de los cuerpos que se produjo gracias a la ligera ventilación de la sala.

Si la visión los ha desestabilizado vayan a refugiarse  en el pinar, a pocos kilómetros del centro de la ciudad. Un paseo fresco inmerso en la naturaleza con un mirador que se extiende desde el Etna hasta las Islas Eolias, les refrescará.

En este punto, bajen hasta el mejor punto panorámico, el de la Guardiola y regresen  en diferentes horarios: el espectáculo de las Islas Eolias y el mar que tienen delante se vestirá de colores siempre diferentes. Imposible no asombrarse.

Luego bajen aún más, hasta Gliaca (una pequeña fracción de Piraino), para admirar la Torre delle Ciàule: azotada por el mar abajo. Dicha torre servía de mirador para controlar eventuales ataques piratas. Debe su nombre a la costumbre de cuervos y urracas de anidar en las cercanías (el término ciaula indica, según la zona, varios tipos de córvidos). En Gliaca también pueden disfrutar de un litoral arenoso. Deténgase a pasear o nadar al atardecer, con las Islas Eolias que se perfilan en el horizonte y parece casi de poder tocarlas, están así de tan cerca.

Mas el recorrido no termina aquí. Diríjanse hacia el este: la vista les dejará a boca abierta ya en el auto. Gioiosa Marea se abrirá ante tus ojos, casi como una concha marina en la orilla del mar. Con una vista así, los deseos de bañarse serán grandes. No hay problema: tienen muchas opciones para elegir. La playa mejor servida cerca del centro se caracteriza por una arena gris;  a la altura de la estación ferroviaria (localidad de Uliveto) es arena-grava, mientras que al este destaca la costa rocosa, donde sobresale Capo Calavà; poco más adelante se encuentra la Playa del Bue, totalmente arenosa. El buceo e inmersiones  son muy recomendables a lo largo de estos siete kilómetros de costa. Si quieren pasear hay muchos lugares de interés en la ciudad (Paseo de la fama, la antigua Atunera, el Paseo marítimo de Canapè, el Palacio Batolo, la Iglesia de Maria SS. Delle Grazie) y  también naturalistas: la Grotta del Tono, una cavidad a 10 m sobre el nivel del mar cerca de la estación, rica en estalactitas y estalagmitas  de la que parten varios túneles interconectados; además está el camino naturalista de Capo Calavà que comienza cerca de Villa Giulia y serpentea a lo largo de la cresta de la Rocca del Capo para terminar en la cima de la Roca de Calavà (longitud del recorrido 2 km).

Por último, es de obligo una visita a Gioiosa Guardia, la antigua Gioiosa Marea situada a 825 m slm, abandonada definitivamente tras los terribles eventos naturales en los veinte años posteriores al 1783. Desde lo alto de este cerro, llamado Meliuso, la mirada se extiende desde el Etna hasta las islas Eolias, desde el golfo de Milazzo hasta Cefalù y, en días más claros, hasta Palermo y Calabria. Pueden caminar a través de la historia entre las ruinas de la ciudad abandonada, disfrutando de una vista impresionante.

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