Fiesta del santo crucifijo de Aracoeli y procesión de los Babbaluti
Detalles
En San Marco d’Alunzio, uno de los pueblos más bonitos de Italia en la provincia de Mesina, la fiesta del santo crucifijo de Aracoeli inicia los ritos de la Pascua en Sicilia. Este rito, de antiquísima tradición, fue instituido en 1612 y desde entonces cada año se repite siempre igual: el último viernes de marzo (si coincide con el Viernes Santo, la fiesta se adelanta al viernes anterior), San Marco d'Alunzio revive con gran emoción y fervor religioso esta celebración, única en su género.
Al terminar la misa de las once, en la iglesia de María Santísima del Aracoeli del siglo XVII, la estatua del santísimo crucificado, con el cuadro de la «Vergine dei Sette Dolori» (Nuestra Señora de los Dolores), atravesada por siete espadas, a los pies, la llevan en procesión los babbaluti (fieles, tanto hombres como mujeres), que avanzan por las calles del pueblo recitando la siguiente súplica: «Señores, misericordia, piedad».
Los 33 babbaluti, tantos como los años de Cristo, visten un hábito azul con capucha que deja al descubierto solo los ojos y los pies y llevan unos calcetines gruesos de lana o algodón hechos a mano (piruna). Los babbaluti tienen la exclusiva tarea de llevar sobre sus hombros el trono. Por lo tanto, su aparición se limita al tiempo de la procesión. Quienes deciden vestir el hábito azul, cumplen un voto, una promesa y, al esconder su rostro, es como si quisieran borrar por algunas horas su identidad, huir de las actitudes de orgullo y exhibicionismo, pasar desapercibidos ante las miradas curiosas de la gente y los objetivos fotográficos, para sumirse en un íntimo diálogo con Jesús, al cual se consagran por completo.
Por la tarde, el Cristo se pone en el Sapurcu (sepulcro), un gran mausoleo preparado con telas rojas y amarillas, iluminado por centenares de velas, que evoca el pretorio de Pilatos. Al día siguiente, al final de la misa dedicada al sufrimiento, después de pasar entre decenas de manos extendidas para tocarlo mientras rezan, llevan al Cristo de nuevo a su capilla, donde permanecerá hasta el año siguiente.
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