El barroco en Sicilia
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Último legado de la nobleza siciliana, el barroco de la isla deja un recuerdo indeleble en la memoria.
Edificios de piedra bañados por el sol y la luz que juega en las superficies esculpidas, hornacinas, columnas sinuosas erigidas hacia lo alto. El barroco siciliano es una fusión de tierra y cielo: el blanco y el ocre intensos de las iglesias y palacios se mezclan con el azul del fondo para crear un conjunto único y fascinante. Caminar por las calles de Noto, Módica y Ragusa y encontrarse cara a cara con las formas delineadas e imponentes del gran barroco de Sicilia es una experiencia que no se puede expresar con palabras: ¡hay que vivirla!
En el cofre del tesoro que es la isla, el barroco es una de las joyas más preciadas. Al admirar la contundente belleza de los lugares, resulta sorprendente pensar cómo todo ha sido fruto de una catástrofe: el terremoto de 1693 que arrasó Noto y dañó gravemente Catania, Ragusa, Módica, Ispica y Militello, dando inicio a una imponente obra de reconstrucción: bajo la dirección del duque de Camastra surgieron nuevas ciudades e instalaciones urbanísticas de extraordinarias conclusiones escenográficas, fastuosos palacios e iglesias de un extraordinario virtuosismo arquitectónico que se erigieron allí donde la tierra se había tragado la vida. Nuevos monstruos, nunca vistos después del románico, se aferraron a las fachadas para recordar lo que se esconde en el infierno bajo tierra.
Hoy el barroco es un estilo muy presente tanto en el maravilloso Val di Noto como en la trama de los estilos arquitectónicos de toda Sicilia. Es innegable que en este rincón de Sicilia se puede disfrutar plenamente de la calidez y el color que el sol imprime en las fachadas de los edificios barrocos con sus juegos de luces y sombras. En Noto con la catedral, la iglesia de San Domenico, la iglesia de San Borromeo al Corso, el palazzo Nicolaci di Villadorata; en Ragusa, con la Iglesia de San Jorge, el Palazzo Zacco, la Catedral de San Juan Bautista; en Catania, con la Duomo y la plaza dominada por el Palazzo Vescovile, el Seminario dei Chierici (Palacio Episcopal), el Palazzo degli Elefanti (palacio de los Elefantes); en Scicli, con el Palazzo Beneventano; en Módica, con la Duomo de San Jorge y su increíble escalinata . La lista podría continuar dado el interminable número de obras maestras atemporales. Se respira el carácter español de Sicilia; pasional y fuerte, riguroso y racional, rítmico y escurridizo, rico y con cuerpo.
Querubines, máscaras y rostros grotescos que sostienen elegantes balcones en los palacios nobiliarios, geometrías de múltiples líneas desafían las fachadas curvadas de las iglesias, columnas retorcidas se enroscan hacia lo alto en su afán por desafiar a la gravedad, osados campanarios que se exhiben como joyas al mundo. Por no hablar de los interiores: mármoles mixtos, estucos, frescos, incrustaciones de mármol y esculturas decoran las naves laterales de las catedrales y los interiores de los palacios nobiliarios. La mirada se detiene en los preciosos detalles y sigue perspectivas que se suceden sin repetirse nunca
No hay que perderse la Iglesia de San Francisco de Mazara del Vallo, en la provincia de Trapani, nacida en estilo árabe-normando y transformada sucesivamente en estilo barroco. La contemplamos en todo su esplendor gracias a una restauración iniciada en 1977 para reparar los daños sufridos durante el terremoto de Belice en 1968.
En Palermo, un auténtico intérprete del barroco más refinado y elegante fue sin duda Giacomo Serpotta, escultor y decorador célebre por los estucos para los que desarrolló la revolucionaria técnica de la alustratura, que compartió con su hermano Giuseppe y su hijo Procopio. Sus obras más preciadas son: el Oratorio de Santa Cita y el del Rosario, la iglesia de San Domenico y la Iglesia de San Francisco de Asís (chiesa di San Francesco d’Assisi).
Los hermanos Giuseppe y Giacomo Serpotta decoraron la pequeñaCapilla Palatina en el Castillo de los Ventimiglia enCastelbuono, cerca de Palermo.